EXCURSIÓN A VER LA OBRA ELMER
Aunque
los otros elefantes adoraban a Elmer, él no se sentía feliz consigo mismo. A
menudo se preguntaba por qué no podía ser como los demás, un elefante gris y
común.
—Ser diferente es
cansado —pensaba Elmer—. Quiero saber cómo se siente ser igual que todos.
Una
mañana, antes de que el resto de la manada despertara, Elmer se marchó al
bosque en busca de una solución. Caminó y caminó hasta encontrar un arbusto
lleno de bayas grises. Con una sonrisa traviesa, Elmer se revolcó en las bayas
hasta que su piel quedó completamente gris.
—¡Perfecto! Ahora
nadie me notará —dijo emocionado.
De
vuelta con la manada, Elmer se unió a los demás. Nadie lo reconoció. Los
elefantes estaban tranquilos, sin risas ni juegos, y Elmer se dio cuenta de
algo importante: la alegría de la manada dependía de su forma única de ser.
Incómodo
con el silencio, Elmer decidió romperlo con una broma.
—¡Buu! —gritó, y
los elefantes saltaron sorprendidos. Al darse cuenta de que era Elmer, todos
estallaron en carcajadas. La risa sacudió tanto a Elmer que la lluvia comenzó a
caer, lavando las bayas grises. Pronto, sus colores brillantes volvieron a
aparecer, y los elefantes rieron aún más.
—Elmer, ¡eres
único! —dijeron los demás—. La selva no sería igual sin ti.
Desde
entonces, los elefantes celebraron un día especial en honor a Elmer. Todos se
pintaban de colores brillantes, mientras Elmer, por un día, se pintaba de gris.
Así, aprendieron que las diferencias nos hacen especiales y que la verdadera
felicidad está en ser uno mismo.
Elmer,
el elefante multicolor, continuó alegrando la jungla con sus colores, risas y
valentía.
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